MItos, creencias y leyendas de nuestro pueblo…

Los mitos, las leyendas, las supersticiones, creencias y las tradiciones son parte de la riqueza cultural de nuestro pueblo, arraigada desde épocas pasadas. Estas tienen algo de magia, encanto y sencillez de la gente que lo cuenta; son los mayores los que todavía guardan en algún recodo de su memoria estas “fábulas”, que alguna vez la escucharon de sus abuelos y otras personas de edad y que se quedaron para compartirlas con las nuevas generaciones, que deben aprehender a querer lo suyo, a valorar estas tradiciones orales que lamentablemente se están perdiendo.

Los mitos, leyendas, supersticiones y creencias existen en toda la geografía del austro ecuatoriano con un sin fin de variantes, incluso algunas se acoplan a diferentes lugares y formas de vida, dependiendo del sector, esto quizá se deba a que su forma de transmisión es generalmente la oral.

    Así es que deseamos poner a consideración algunas de ellas recopiladas en algunos libros, y revistas que se han obtenido.  Sin antes darles a conocer algo interesante que tambien nació del pueblo  y que se las denominó las coplas

QUE GRAN COPLERO ES EL PUEBLO  

    Primero el hombre tuvo voz. Y cuando habló se hizo canto. Después oyó lo que el viento decía entre los árboles. Y nació la guitarra. Cuando el hombre sumó su voz a la voz del viento en la madera, nació la canción, acompañada y enredándose entre las cuerdas. También tenía hambre, sufría las opresiones y se indignaba ante las injusticias. Así que su canción fue una canción rebelde, airada y de protesta. Y así brotaron las coplas, redondillas, ovillejos o décimas.

Unas desde muy temprano llamaban a la lucha contra el colonialismo:

“A las alcabalas balas
a la libertad lealtad”

Otras expresaban la alegría del triunfo y su gratitud a los libertadores:

“¡Hay pobres realistas
hermosos borricos
que a costa del pobre
se hicieron ricos!”

“Ya viene nuestro Bolívar
con su tropa generosa
para que ya terminemos
nuestra libertad gloriosa”

La insatisfacción del pueblo luego de la independencia también hizo correr su voz diciendo:
“Ultimo día de despotismo
y primero de lo mismo”

“Lo mismo en tiempos
del Rey que en los
nuevos de la Ley”

Un poder reemplaza a otro y la copla continúa:

“Tiranos fueron los godos
los patriotas son lo mismo,
de unos y de otros modos
la patria está en un abismo”

Cuando el pueblo lucha sin descanso en busca de su libertad, cae la reprimenda y ahí va la canción:

“A mi me gusta ser libre
y por ser libre he peleado
en pago en este cuartel
me tienen preso y fregado”

Se trata de un pueblo que ha sufrido una historia de desengaños que se siente traído y llevado por causas que no son suyas:

“De tantas revoluciones
el pueblo nada aprovecha
el solo siembra su sangre
y otros hacen cosecha”

La historia la hacen los pobres, aunque los historiadores no los  pongan en sus libros; así cantan las voces del pueblo:

“Aunque haya mucha matanza
no saben correr los cholos
y en la pelea se quedan
dando candela ellos solos”

Pero le queda el gusto de seguir echando candela y usando su lenguaje que sólo habla las verdades:

“Cuando empiezan los balazos
capitancito al zaguán
pero para dar planazos
Que valiente capitán!”

Y así, el pueblo va pintando en los muros de las calles:

“Cincuenta revoluciones
en cincuenta años tenemos
como no han sido bien hechas
hasta acertar las haremos”

Y en estos tiempos en que estamos viviendo la corrupción y la anciada contituyente podríamos acoplarla así:

“Cientos y cientos de
constituyentes hemos tenido
en 178 años de vida
institucional
pero ninguna ha sido bien
hecha en su contenido
que hasta acertar las haremos
como una norma presidencial”

Las Brujas de San Roque … 

Informantes:
Julio Ramírez, edad 82 años
Alejo Llivipuma, edad 95 años

¿Crees en brujas Garay?
Dije a mi viejo criado,
No señor, porque es pecado
Pero de habérselas, si las hay
(Copla popular anónima)  

Hace muchos años, cuando todavía no existía la luz eléctrica, las brujas de San Roque durante las noches de luna tierna se iban por los aires montadas en sus escobas hacia la ciudad de los mil campanarios y calles desiertas, solo en contadas ocasiones las veían uno que otro borrachito que se había quedado dormido en la vereda y se despertaba asustado con el ruido de sus voces, porque las brujas mientras volaban iban repitiendo:

– ¡De valle en valle!. ¡De villa en villa!. . ¡Sin Dios ni la Virgen Maria!

Atravesaban a veinte metros del suelo el puente del Vado y así en bandada se dirigían primero al Barrio de San Sebastián para visitar a las Zaldúas, las hechiceras más importantes de Cuenca, con el propósito de aprender nuevas recetas y filtros amorosos. Las Zaldúas sabían de todo; los padre nuestros y ave marias al revés, los secretos de la cruz de caravaca, de la manteca de oso y la uña de la gran bestia, para que no se marchite nunca la sábila que amarrada con una cinta roja en el umbral de la casa  ahuyentaba a la mala suerte y a los ladrones. Cortaban la leche de las vecina chismosas y entrometidas, cuando éstas las ponían a hervir sobre el fogón, provocaban hipos y estornudos, hacían que mueran con la peste las gallinas y cuyes de sus enemigos y que el granizo acabe con las coles y lechugas de las huertas.

Dicen que eran las más entendidas para curar el mal de ojo y el espanto de los guaguas con “los pases sobre el cuerpo del enfermito” de la caja de fósforos, el sucre, los clavos de acero, el huevo del día, sacudiendo de tanto en tanto los atados de ruda, altamisa, romero, floripondio; el soplo del buche de trago en la cara del ojeado y las tres cruces de ajo y ceniza en la frente, en el pecho, en la mitad de la barriga. ¡Y santo remedio! el guagua dejaba de llorar en el acto”.

Eran la únicas que tenían las imágenes de los santos negros, San Gonzalo Grande y San Gonzalo Chico, los siete perros gordos, descendientesdirectos de los antiguos allcus anteriores a la conquista que nunca ladraban, tenían un color desvaído casi sin  pelo y lunares en el lomo; servían para calentar los pies de las Zaldúas en las noches heladas de julio y agosto; los gatos negros de ojos fosforecentes que dormían sobre las vigas ahumadas de la cocina, a una orden de sus dueñas “saltaban sobre el cogote de los curiosos, clavándoles las uñas entre espantosos maullidos”.

Cuentan que la “mama Miche quiteña” fue a buscar a las Zaldúas para que deshagan el hechizo de su hija Rosa Mercedes que tenía un puesto de papas cañarejas en la plaza de San Francisco frente a la “Culibronce”. Como le está quitando a la clientela un sábado a la una de la tarde la “Culibronce” le hizo la brujería con un plato de puerco hornado y mote, la Rosa Mercedes casi en seguidita de comer cayó con ataques echando espuma por la boca, quedando después como ida y sin poderse mover. La Mama Miche quiteña entregó a las Zaldúas unos Zarcillos antiguos con oro y perlas “dormilonas disque eran” la Rosa Mercedes se recuperó a poco, aunque no duró mucho porque a los tres meses la enterraron y  la “Culibronce” que había sido también una bruja bien bruja se quedó solita en el puesto de la plaza. Fue la única vez que alguien pudo a las Zaldúas.

Después de visitar a las Zaldúas, las brujas de San Roque se dispersaban por rumbos diferentes a Santo Domingo, al Cenáculo, a San Sebastián, A San Blas, a  la Catedral Vieja, a la misma Catedral Nueva  hasta sus torres más altas. pintadas de azul y blanco, a María Auxiliadora, el Vergel, pasaban de nuevo el Río Matadero a veces bajo el puente porque ya estaba amaneciendo, el Yanuncay, el Tarqui y de ahí a Turi, al Valle de un lado a otro, de arriba, abajo, montadas en las escobas, para reunirse al fin en una cueva bien grande, unos decían que era en el Boquerón, otros en los cerros del Cajas, y  besar entonces el rabo del diablo que les estaba esperando en forma de chivo con cachos y barba, de la que se escurría como un aceite con el que las brujas se frotaban la cara, los brazos y las piernas y servía para hacerles volar más rápido y a veces volverlas invisibles. Las brujas se reunían en la cueva los martes y viernes de luna llena y regresaban con el primer canto de los gallos a San Roque untadas con el aceite del diablo, repitiendo nuevamente:

– ¡De valle en valle!. ¡De villa en villa!. . ¡Sin Dios ni la Virgen Maria!Se podía hacer caer a estas mujeres del diablo y atraparles de varias maneras: poniendo en el patio,  o en la huerta una lavacaras llena de agua y unas tijeras abiertas con las puntas para arriba, pararse quietito y extender los brazos en forma de cruz, como también dejar  caer  un rosario o dentente en el suelo.

Así pasó con una de ellas que cayó en una huerta a la subida del Padrón pero como recién estaba clareando solo pudieron verla que se levantó medio rengueando y se escondió en la higuera que estaba junto a la tapia, cuando fueron a verla no encontraron a nadie.

Alejo Llivipuma recuerda en sus tiempos de soldado allá por 1912, que una noche cuando con otros compañeros hacía la guardia cerca de San Blas, oyeron reír a una bruja encima de sus cabezas:

“Se reía una lindura con el diablo, sostenido en el aire con una escoba entre las piernas, pusimos un escapulario en el suelo, cae allí junto a nosotros se sienta y dice:

-¡Ay señores! no sean malitos, cuidado en ir a avisar lo que me han visto volarya no he de hacer más.

Entonces estando en eso, dice, les voy a regalar estos zarcillos ¡Unos zarcillones de oro” así que recibimos y subimos calle arriba en dirección a la cantina del Sr. Naranjo, se levanta, nos da el traguito, -y ahora paguen- dice

… Yendo a pagarle nos encontramos que los zarcillos se habían vuelto majada de vaca.

Viéndonos asustados el Sr. Naranjo dice -Esto les debe haber dado una bruja que ya vive años aquí en San Blas- Ella era buena cocinera hacía caldo de borrego, caldo de patas, esto era cuando había allí una plaza de ganado y en la época en que la bajada del puente del Vado era descanso de los leprosos o lázaros que iban con unos lindos caballos blancos”.

Recopilado y publicado por:
Eulalia Moreno de Dávila.